Nuestra alumna Sofía Pérez Tudela inauguró el pasado sábado «Abolición del tiempo» en Nude Bistrot, Jaén. Ella nos deja su reflexión a propósito de la exposición:
Mi interés por la pintura viene desde pequeña: colegio, instituto y universidad me han visto garabatear libretas de lengua, de conocimiento y hasta de econometría. Y es que, mi formación en esta disciplina ha sido puntual, gracias a esos sábados por la mañana que pasé pintando óleos en el taller de Raquel del Castillo durante unos cinco años. Aún así, me describiría como una aficionada autodidacta.
En cuanto a los dibujos y pinturas expuestas, se puede apreciar caras y más caras, cabezas y cuellos largos… Se trata de caras de personas, con los ojos cerrados en su mayoría, ambiguas en su género. Y de cuellos largos, como extensión de su propio mundo onírico.
Por otro lado, me gusta considerar la “cabeza” como ese gran lugar donde todo ocurre. Creo que la cabeza es la parte más importante de nuestro cuerpo. No sólo por ser el gran palacio de los sueños y del conocimiento, sino también por la idea de que cada cabeza es un reloj.
Y es que sabemos que el tiempo ha existido desde mucho antes que nosotros, y que se mantendrá incluso posterior a nuestra desaparición. Pero el tiempo que medimos, nace y muere con cada persona. Este es subjetivo, no pasa igual para todos…
Según Andréi Tarkovski, cineasta y escritor ruso, el tiempo es imprescindible para el hombre, ya que este le ayuda a constituirse como individuo. Desde el inicio del tiempo los humanos hemos buscado la manera de perdurar en él, y de ahí surgieron las artes.
Pero si bien es en el arte donde reside la memoria, la fotografía es el arte ligado ontológicamente al tiempo. No sólo por su capacidad de representación del mismo sino también por su cambio de significado y de valor conforme pasan los años.
Y esto reflejan las fotografías aquí expuestas: la captura del tiempo o la muerte del tiempo ya pasado. Pues ya lo decía Borges: “la muerte hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño”.
Fotografía y texto Sofía Pérez Tudela.